martes, 12 de junio de 2012

Salad Fingers.



Anoche volvieron a mí. No sé como llamarlas, la gente me pregunta por ellas, me dicen "eh, ¿qué es eso que tienes en las manos?". No lo hacen por interés. Menos aún por cortesía. Es una mezcla de terror y morbo lo que les lleva a interesarse por mis torpes manos. Al principio les decía "es alergia... creo". Pero luego me di cuenta de que esa definición, aparte de no hacerles justicia, derivaba en una torpe conversación sobre ellas que no me gustaba un carajo. Así, un día que me preguntaron de nuevo y mi cabeza no estaba para aguantar gilipolleces, dije "sida, tengo sida en las manos, ¿quieres tocarlas?".

Anoche volvieron a mí. Me sorprendí rascándome como un perro sarnoso, espalda, dedos, polla y muñeca. No por ese orden precisamente. Tampoco es que haya orden alguno en tanto caos de picor. Me unté de crema me tomé cuatro pastillas e intenté dormir. Desperté y ahí estaban, rojas, ulcerosas, más grandes y amenazadoras que la última vez. Como esa amante despechada que vuelve de las sombras para intentar arruinarte la vida.

Anoche volvieron a mí. Se establecieron en mis manos con intención de quedarse durante un tiempo. O eso me dijeron en sueños. Mis manos. Mis putas manos. Las necesito. Las necesito para leer, las necesito para comer, las necesito para masturbarme, las necesito para sacar dinero de la cartera cuando voy a hacer la comprar, la necesito para liarme cigarrillos que tirar a la basura asqueado tras una calada, las necesito para pintar, las necesito para sacarme los mocos. Y ahora mismo me veo forzado al zurdismo. No es tan difícil como parece, pero para nada es divertido o placentero. Salvo en el tema de la masturbación; ¿eso que dicen de que masturbarse con la mano izquierda es como si te lo hiciese otra persona?, hace años te hubiese dicho que era una vulgar falacia, hoy día, con mi mano derecha repleta de sida, te diré que al menos hace el apaño. No dejes de probarlo.

Anoche volvieron a mí, y si tengo que buscar una explicación lógica a todo esto solo encuentro basura y maraña que aún necesita salir a la luz. Quizá debo bucear un poco más en mí y encontrar esa fuente que mana mierda y me infecta las venas hasta llegar a mis dedos, explotando en cráteres rojizos difíciles de obviar. Debo encontrara y destruirla, o quizás debo beber de ella, tragar y tragar hasta que mis pulmones se encharquen de mierda y mi estómago reviente. Es muy irónico, intestinos que revientan por sobredosis de aquello para lo que han sido creados transportar; mierda. Mierda a palas, a espuertas, suficiente para abonar catorce mil millones de hectáreas y repoblar medio puto mundo y dar un poco de esperanza a la humanidad.

Anoche volvieron a mí, y estamos negociando rescisión de contrato.

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