miércoles, 25 de abril de 2012

Nine letters army.

Me ha contado una amiga que, el pasado 17 de abril, día de mi cumpleaños, nació el hijo de su primo. Entre todos los nombres que sus padres podrían haber escogido, han decidido llamarle Alejandro.

¿Otro Alejandro nacido el 17 de abril en el mundo?, ¿qué significa?. Quizás viene a remplazarme. Quizás ha llegado mi hora y no me he dado cuenta, quizá el propio destino está haciendo limpieza, eliminando lo viejo para dar paso a nuevas generaciones. Porque este tipo de cosas nunca son coincidencia, ¿verdad?, siempre ocurren por algún oscuro motivo que escapa a nuestro entendimiento.

Entonces pensé que me gustaría verlo. Me gustaría sentarme a los pies de su cama y hablarle, contarle mis experiencias vitales, advertirle de todos los posibles errores que va a cometer, anticiparle cuantas veces su corazón va a romperse en mil pedazos, y cuantas conseguirá recomponerlo sin perder muchos fragmentos por el camino. Compartir con él todas las cosas buenas que tiene la vida, todos los lugares que visitará, las personas buenas y malas que conocerá, alentarle a perseguir sus sueños, a que no se preocupe si no encuentra su lugar en el mundo, éste le ira guiando.

Pero, entonces, ¿qué sentido tendría vivir?, si ya de antemano te spoilean tu propia vida, ¿para qué vivirla?.

Mejor me quedo aquí, sentado, fumando un cigarrillo tras otro, mesándome la barba, absorto en el destino de los nuevos Alejandros que llegarán.

Estoy seguro de que, a pesar de todo, les irá muy bien.

miércoles, 11 de abril de 2012

El tamaño importa.

Peter Morrison era un director de cine de, digamos, los 80. Americano de pura cepa, su amor por el cine nació en esas tardes de autocine con su padre, en las que veían juntos dobles y triples sesiones de películas de bajo presupuesto que poco tenían que ver con sus pósters promocionales.

Creció y las pequeñas películas caseras dieron paso a pequeños cortometrajes con sus amigos que se convirtieron en películas de gran éxito comercial.

Una tarde de domingo, Peter se encontraba en el bar de siempre, con sus amigos cineastas, debatiendo sobre tecnicismos que se escapan a mi entendimiento, cuando por la puerta entró ella; su nombre, Marlene, su pelo, rubio azabache, sus ojos, azules como el mar, su estatura, un metro y veinte.

Así es, Marlene padecía de enanismo.

Cuando entró por la puerta, Peter supo de inmediato que se hallaba ante el amor de su vida, y desde ese preciso momento se prometió que la haría feliz.

Le llevo mucho tiempo dejar que Marlene se conociera; su confianza hacia los hombres de estatura normal era proporcional a su tamaño. Sin embargo, el tiempo, el amor y la persistencia de Peter obraron el milagro, y ambos se casaron al año.

Las portadas de los periódicos no hablaban de otra cosa, sus compañeros de trabajo le perdieron el respeto, y los grandes estudios le cerraron sus puertas.

Y sin embargo Peter siguió luchando por las dos cosas que amaba en su vida, Marlene, y el cine.

De este modo, y tras mucho tiempo y esfuerzo, consiguió la confianza de una pequeña productora, y su siguiente película arrasó en taquilla. Peter volvió a ser el director del momento, y los grandes estudios volvieron a rifárselo.

Y Peter guardaba un As en la manga.

Tras negociar con todas ellas, acabó firmando un contrato con la Paramount por el cual tenía libertad creativa absoluta para hacer la película que quisiese.

Peter, orgulloso, llamó a Marlene y se lo contó "Marlene, lo he conseguido... vamos a poder hacerlo", Marlene, emocionada, rompió a llorar, y entre ambos su vínculo se fortaleció.

Al día siguiente, Peter se presentó en la productora con su guión bajo el brazo. Atravesó rejas metálicas, ascensores averiados, agentes de seguridad especialmente pesados, un grupo de grupies, hasta llegar al despacho del mandamás.

Allí, le entregó su guión, de nombre "Cuanto más grande, más ruido hará al caer". El ejecutivo comenzó a leerlo de inmediato. Peter tomó asiento y escrutiñó la cara de su adversario; mueca sorprendida, mueca horrorizada, mueca de sorpresa horrorizada, página cuatro y... "¿Qué coño esto", le escupe a Peter. "Mi película", contesta sonriendo. El ejecutivo se levanta y con gesto solemne pregunta "Peter... ¿es esta otra de tus bromas?". Peter, desde su asiento, replica "No lo es".

Lo siguiente que ocurrió fue la comidilla del estudio durante años. Lo único que os diré es que Peter salió ileso del cenicero que le pasó rozando la mejilla y que consiguió salirse con la suya de forma limpia, ya que, al fin y al cabo, había un contrato de por medio.

Así, por fín llega el momento de Peter de comenzar su sueño; hacer una película protagonizada única y enteramente por enanos.

En el momento en que conoció a Marlene decidió que debía mostrar al mundo que la belleza puede encontrarse en cualquier persona sin importar su tamaño. Decidió que les ayudaría a encontrar su lugar en el mundo. Era lo menos que podía hacer.

El rodaje fue como la seda, y en seis meses estuvieron listos para estrenar. No hace falta decir que fue un rodaje secreto y la prensa nunca conoció la existencia de esta película hasta el día de su estreno, lo cual llevó a estupor general el día de la premiére en el prestigioso cine Noire Film. 

Allí acudieron las mas importantes estrellas del momento, y todas coincidieron en su rostro de horror cuando al bajarse de la limosina se encontraron a un grupo de treinta enanos vestidos de etiqueta y bebiendo champán.

El estreno fue un rotundo fracaso que casi lleva a la quiebra a Paramount, y que costó su carrera a Peter.

La gente siempre le hacía la misma pregunta;

- ¿Por qué hacer una película de enanos?.

A lo que Peter, siempre, respondía

- ¿Y por qué no?.

domingo, 8 de abril de 2012

Bread Rolls.

Resulta que, en mi trabajo, han cambiado los bread rolls. Antes parecían panes pequeñitos, ahora, parecen puta mierda. En serio, me parece un timo que vendamos semejante basura, pero así está el patio.

El caso, esta mañana estaba preparando una inmensa caja de garlic bread (antes venían 60 panes en una caja, ahora son 80), cuando, al cortar por la mitad el bread roll número 43, me percaté de que su interior parecía un coño.

No bromeo.

Al cortarlo por la mitad, lo hicieses como lo hicieses, siempre quedaba una mitad plana, y otra con una especie de hendidura que recordaba ( y no vagamente) a un coño.

Así, mientras por mis auriculares inalámbricos sonaba At least that what you said a todo trapo, mi mente se perdía dentro de ese coño de pan. Entré en un mundo de vaginas esponjosas, donde las migas hacían de colchones improvisados, y el sudor del calor del horno preveía cierta lubricación.

De repente, me vi inmerso en un lugar extrañamente familiar. Recorría calles de placer y lujuria, doblando esquinas babosas y sentándome en mullidos bancos. Era feliz. En ese lugar nada me preocupaba. Hacía mucho tiempo que no visitaba un lugar así; de ese modo, decidí quedarme.

Pasaron años, quizás lustros o siglos, no lo sé, pero disfrutaba y cada orgasmo daba paso a uno aún mayor. La miga del pan me arropaba, y los coños humanos me parecían anodinos e insignificantes.

De repente, la canción terminó, y fui consciente de que me hallaba en el trabajo, con ochenta panes cortados por la mitad; ochenta coños mirándome fijamente.

Los hornos gritaban cachondos; ¡dame pollo, méteme hamburguesas y alitas hijo de puta!.

Estaban listos.

Yo no.

jueves, 5 de abril de 2012

Confesión #1

pero no estaba mal, podría decirse que estaba incluso bien, no bien bien, sino bien, no se como explicarlo, el caso es que de repente BAM todo se va al carajo el castillo de naipes echa a volar por la puta ventana y me lanzo de cabeza y no consigo recoger ni uno, me estampo en el suelo y entonces lo entiendo; es el momento.Quizás antes no lo era, o si pero no quería verlo, no lo sé, no sé que coño pasa, no soy adivino ni pretendo serlo ni quiero comerme la cabeza con cosas que ni me van ni me vienen y sin embargo lo hago "rrrumm rrruummmm" es el sonido de mi mente retorciéndose con pensamientos dañinos una y otra vez hasta dejarme las neuronas secas y con cara de amargado, y la gente pregunta "¿estás bien?" y me gustaría decirles "vete a la puta mierda" pero me encojo de hombros y asiento, asiento pero no asiento nada en realidad, no sé si me entiendes. El caso es que ahora mismo la trama se desarrolla en terreno salvaje y arenoso y no puedo más que imaginar a los participantes enzarzados en la tercera guerra mundial sólo que en lugar de usar palos y piedras como dijo Einstein o alguien así usan el coño y la polla hasta romperse y partirse en dos gimiendo y gritando aullando a la luna llena esa luna tan llena que los observa con lascivia para luego venir y contármelo en sueños y conseguir que incluso en fase rem mi cerebro siga "rrrummm rrrrummmm" y que me entren ganas de