Hoy he vuelto a tus calles. Las recordaba mucho más desiertas, mucho más oscuras.
Me encontré a un señor perdido que balbuceaba cosas inteligibles. Algo sobre una chaqueta. Me quité la mía y lo arropé con ella. Cuando me alejaba le escuché maldecirme entre sonoras carcajadas.
Buscaba el agujero. El que bien conoces. Busqué en callejones sórdidos, busqué en casas derruidas, me asomé a todos los acantilados, pero no lo encontré. Intuía que estaba cerca o, que quizá, nunca había existido
Llovía. Mucho. Un torrente marrón acabó derribándome. Mi pantalón quedó atascado en una maraña de hierros oxidados. Mi pernera se tiñó de rojo. Me levanté y seguí caminando, mirando hacia el cielo. Una luna de color azul inhumano me observaba fijamente.
Llegué al embarcadero. Allí estaban los mismos chalecos salvavidas destintados de mi última visita. El tiovivo de caballos mutilados. La música que te acuchilla el alma.
Pero no estabas tú.
¿Quién habrá tapado el agujero?.
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