domingo, 24 de febrero de 2013

De noche.

Volaba muy bajo. Casi a ras de suelo. El motor estaba en las últimas y las copas de los árboles acariciaban su estómago, dejando entrever su violento interior; cajas de mercancía, cableado, grandes vigas de metal. Expuesto como el cuerpo de un vagabundo en el anatómico forense.

Los niños corrían entre los árboles con el cuello roto de mirar hacia arriba. La estela roja del avión teñía el cielo y nutría sus sueños. Entre ellos el de vivir inolvidables aventuras lejos del hogar. De escapar, de una vez por todas. De encontrar un camino. El camino.

Una explosión los tiró al suelo. El se rompió la nariz contra una piedra, a ella se le saltaron dos dientes. Cuando se levantaron, ambos estaban sonriendo. La sangre maquillaba sus rostros radiantes. Tras un gesto de asentimiento apenas perceptible, ambos salieron disparados hacia el humo.

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