miércoles, 27 de febrero de 2013

El mercado de la isla de los museos.

Aún siendo un veterano del lugar, jamás había experimentado una situación similar. La joven se le acercó, con ojos radiantes. No tenía dinero, pero quería, necesitaba, ese broche. El se hizo de rogar. Le triplicaba la edad. Finalmente cedió, con la excusa de "me recuerdas tanto a mi nieta"; la verdad era que jamás tuvo descendencia, y que los sentimientos que en él despertaba aquella joven eran una mezcla perfecta de pureza y los más bajos instintos humanos. Amor, al fin y al cabo. Ella se despidió, alegre, y no volvió a verla jamás.

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